19 de octubre de 2013

BMPP: Capítulo III

Buscando mi paraíso perdido...

[Recuerdos del año anterior...]


Hacía dos días que había llegado a Bahía Azul, así que decidí buscar un trabajo a tiempo parcial para poder tener un poco de dinero, ya que me quería comprar un vestido que había visto en el escaparate de una tienda. Empecé a trabajar por las mañanas de camarera en un chiringuito en la playa, y entre el calor que hacía y el estar llevando bebidas de un lado para otro toda la mañana, por la tarde no tenía fuerzas para nada y cada vez que iba a la playa con Isi, Leo y Eli, me tumbaba en la toalla y me quedaba dormida. Cuando ahorré suficiente dinero, fui a la tienda a comprarme el vestido, pero me dijeron que lo habían comprado hacía un rato. Llegué al trabajo chafada y de mal humor, y mientras trabajaba se me fue pasando el enfado, más bien me sentí triste ya que había trabajado mucho para poder comprar ese vestido. Cuando quedaban unos diez minutos para que se acabase mi turno,  se sentaron en una mesa del chiringuito dos chicos muy guapos, uno rubio y el otro moreno, que se parecían mucho, y pensé que serían hermanos. El chico rubio iba sin camiseta, y me fijé que tenía un cuerpo que haría que cualquier chica cayera a sus pies, pero a mí no me hizo ningún efecto- bueno, tal vez un poco-. Les anoté el pedido sin dejar de mirar sus abdominales perfectamente marcados, sus brazos torneados, su piel perfectamente bronceada por el sol…-bueno, tal vez se me cayera un poco la baba, pero creo que no se dieron cuenta-. Cuando les llevaba sus bebidas, de repente tropecé por culpa de una bola de grasa vieja -dígase un señor mayor- que puso su bolsa en el suelo justo en el sitio donde yo tenía que pasar, y por esas malditas casualidades de la vida, las bebidas se me cayeron, pero no al suelo, sino encima de mí, y acabé empapada y en el suelo. Dios mío, ¡qué vergüenza! Los dos chicos se me habían quedado mirando, y lo único que podía pensar en ese momento era: Tierra, por favor, ¡¡¡trágame!!!
En ese momento me entraron ganas de llorar: estaba de rodillas en el suelo y me dolía todo, además de estar empapada de cerveza y zumo de mango, y los dos chicos me miraban sorprendidos. Entonces el chico rubio se acercó a mí y me dio la mano para ayudarme. Yo me levanté, muerta de vergüenza, y le di las gracias. Entonces el chico dijo:
-Oh, pobrecilla, estás empapada. Espera, ¡ya sé! Ven conmigo un momento.
Cogió una bolsa que tenía sobre la silla, y me llevó cogida de la mano hasta esas cabañas de la playa que sirven para cambiarse. Yo no me di cuenta hasta que se paró delante de una, y pensé:
-¡Dios mío! ¿Qué querrá hacer?
Si hubiera estado en condiciones normales, me habría soltado de su mano y habría escapado corriendo, pero ese chico me había hechizado con sus ojos azules y su pelo rubio que le brillaba bajo el sol. Él me dio la bolsa y dijo:
-Ten, es un vestido que había comprado para mi prima segunda, pero quédatelo, tú lo necesitas más que ella.
Yo estaba alucinando, ¿cómo podía ser tan amable? Entré en el vestidor y abrí la bolsa, y, ¿adivináis lo que había dentro? El vestido que tanto había deseado comprarme, que me dijeron en la tienda que se había agotado esa misma mañana. Me lo puse, y ¡me quedaba perfecto! Salí de la cabaña y él me miró y se sonrojó. Me dijo:
-Estás preciosa.
Yo también me sonrojé, y le di las gracias otra vez.
-De nada- me respondió- Por cierto, me llamo Hugo, ¿y tú?
-Me llamo Helena, pero prefiero que me llamen Lena- le contesté, y él me sonrió. Después me acompañó hasta el bar, donde me presentó al chico de su lado, que al parecer era su hermano mayor, y se llamaba Diego. Antes de despedirnos, Hugo me dio su móvil y yo le di el mío. A partir de entonces nos llamábamos con frecuencia, y quedábamos mucho para ir a la playa, y poco a poco nos fuimos enamoramorando. Cuando quedaba sólo una semana de vacaciones, Hugo me pidió salir y yo acepté encantada, y durante el invierno hablábamos por chat y él me llamaba casi cada tarde, y nos quedábamos hablando hasta las 4 o las 5 de la madrugada. Yo estaba realmente enamorada de él, y esperaba su llamada durante todo el día. Meses después, cuando dejó de llamarme, me preocupé bastante, y pensé que su móvil estaría roto, pero seguí queriéndole y teniendo esperanzas de verlo pronto. La verdad, nunca me hubiese imaginado que él estaba muerto, y cada vez que lo pienso, aún me cuesta creerlo, y espero que todo esto sólo sea una pesadilla de la que pronto pueda despertar.

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