Buscando mi paraíso perdido...
Sentía que mi mundo se
desmoronaba. ¿Hugo había muerto? No podía ser. Él me dijo que siempre estaría a
mi lado, y nunca se alejaría de mí. No podía haber muerto así como así… Noté
como me empezaba a dar vueltas la cabeza, y Diego me cogió justo antes de que
cayera al suelo desmayada.
Cuando abrí los ojos, vi el
cielo nocturno repleto de estrellas, parecían tan felices, brillando tan lejos
en el cielo, sin tener que aguantar el sufrimiento de aquí abajo… Vi que estaba
tumbada en el banco e intenté incorporarme, pero no pude, me dolía todo el
cuerpo. Diego estaba sentado a mi lado, y al ver que me intentaba sentar,
dijo:
-Por fin te has despertado, me
asusté cuando te desmayaste de repente, suerte que te cogí a tiempo, si no te
habrías hecho daño al caer.
-Dime que es mentira- le dije.
-¿Mentira? ¿El qué?- me preguntó
confuso. Me levanté como pude y dije:
-Dime que Hugo no ha muerto, ¡por favor! Llevaba todo un año esperando poder verle…
De repente, él me abrazó y me
dijo:
-Lo siento muchísimo, a mí
también me destrozó la noticia, él era mi hermano pequeño y lo echo tanto de
menos… Puedes llorar todo lo que quieras, no voy a dejarte sola.
“¿Llorar?” pensé. “Pero si no
estoy llorando”, pero entonces me di cuenta de que las lágrimas hacía rato que
no dejaban de caer de mis ojos, y le había dejado a Diego la camiseta mojada
de lágrimas. Estuve abrazada a él durante mucho rato, y cuando me calmé, le
dije:
-Lo siento, te he dejado la
camiseta toda manchada…
-Da igual, de todos modos no me
gustaba este color- me dijo.
-¿Y qué le pasó a Hugo?-
pregunté.
Diego me contó que Hugo y él
estaban haciendo escalada en el acantilado, cuando la pared de roca se
desprendió y su hermano cayó al mar, desde más de 30 metros , y los equipos
de rescate no habían encontrado su cuerpo, sólo su mochila, pero nos dijeron
que desde esa altura no había posibilidades de que siguiera vivo, y que
seguramente murió en el momento por el impacto contra el agua.
-Entonces… ¿
no sufrió?-
pregunté.
-Aparte del miedo mientras
caía, suponemos que no sufrió ningún dolor físico- me dijo, y yo le abracé otra
vez.
-Muchas gracias por habérmelo
contado, me alegro de haberme enterado por ti y no por otra persona…- le dije.
Entonces Diego me dijo:
-¿Volverás mañana? Me gustaría
poder contarte todas las cosas que Hugo te hubiera contado, lo que hizo durante
el curso, sus últimas aventuras haciendo vela y windsurf…
-Me encantaría- le respondí.
-Entonces, ¿nos vemos mañana a
la misma hora?- me preguntó.
-Sí, vale, hasta mañana- me
despedí.
Cuando llegué a casa, mi tía
aún no había llegado, y mi prima, Isi y Leo me dijeron:
-¿Dónde estabas? Has tardado un
montón, nos estábamos preocupando…
-Estaba con Diego- les dije.
-¿Con Diego? Pensaba que ibas a
ver a Hugo- dijo Isi, extrañada.
-Veréis, es que…
Les conté lo de Hugo, y los
tres se pusieron tristes, al fin y al cabo era su amigo y compañero de clase, y Leo me abrazó para
consolarme, ya que al contarles todo volví a llorar.
Después nos fuimos a
dormir, ya que la fiestera de mi tía no iba a volver hasta pasadas las 6 de la
madrugada, pero esa noche no dejé de llorar por Hugo. No podía creer que no
fuera a verle nunca más, y estuve recordando esos momentos que pasamos juntos,
fui tan feliz cuando le conocí…
De repente me acordé de una cosa que había
visto en una película, y me levanté de la cama. Cogí papel y un bolígrafo, y me
puse a escribir:
"Ojalá pudiera regresar
contigo a ese verano, tumbarnos en la arena contando las estrellas, besarnos
bajo la luz de la luna…
Te añoro tanto, que siento que
el corazón me va a estallar de dolor, y sé que nunca podré olvidarte, y siempre
te amaré."
Cuando acabé, cogí un mechero y
salí al jardín, y una vez allí quemé el papel dejando que el viento se llevara
sus cenizas, deseando con todas mis fuerzas que mi carta llegara hasta él, y que
pudiera entender cómo me siento…
Al día siguiente, fuimos los
cuatro solos a la playa, ya que la tía Marta estaba aún durmiendo después de su fiesta. Jugamos con
las olas, hicimos carreras, nos ahogamos los unos a los otros, y finalmente nos
tumbamos en la arena agotados, y tomamos el sol. A mediodía nos comimos unos
bocadillos que había preparado Eli, y por la tarde me despedí de ellos y empecé
a andar hacia el lugar donde siempre me encontraba con Hugo para ir a ver a
Diego. Mientras andaba, volví a recordar cómo nos conocimos Hugo y yo, un día de
verano del año anterior…
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